Cucapah significa en español “gente de agua”. Sin embargo, tras el terremoto ocurrido en Mexicali el pasado 4 de abril, los niveles de agua en el Río Hardy empezaron a subir y decidieron desalojar la comunidad de El Mayor, donde viven desde hace más de mil años.
Los cucapah son un pueblo indígena en vías de extinción, como la propia Comisión Nacional para los Pueblos Indígenas lo confirma, pues actualmente existen sólo 344 personas. En 1540, cuando el explorador español Fernando Alarcón anduvo por los inaccesibles caminos desérticos de lo que ahora es el Valle de Mexicali, había unos 30 mil indígenas de este grupo.
Desde entonces se asentaron en las orillas del Río Hardy, donde durante siglos se dedicaron a la pesca de la curvina. Desde hace años ya no pueden hacerlo, pues la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente lo prohibió para proteger a otras especies, como la vaquita marina.
“Somos gente que estamos acostumbrados al agua, a andar por el río, pero desde que existimos los de esta generación no habíamos visto jamás lo que se vio ese día”, expresó temeroso Ambrosio, uno de los integrantes de esta tribu.
Asombrados y temerosos, los residentes de la comunidad de El Mayor, al igual que el resto de los habitantes de las zonas del Valle de Mexicali que se vieron afectadas con el terremoto, vieron cómo se abría la tierra, brotaba el agua y se formaban volcanes en el suelo. En ese momento sus casas se empezaron a cuartear, subieron de nivel las aguas del Río Hardy, por lo que decidieron salir de la comunidad e irse a las faldas de los cerros que se encuentran enfrente, separados sólo por la carretera Mexicali-San Felipe.
Desde hace una semana se resisten a regresar a sus casas, a la comunidad que habitaron sus antepasados desde hace más de 10 siglos.
Doña María de Jesús Sáenz, una de las matriarcas de la comunidad, dijo que ese día por poco y no la contaba. Andaba por otra comunidad cucapah, en donde se junta el Río Hardy con el Mar de Cortés.
“Empezó a temblar, quise correr pero me tumbaba. Empecé a ver cómo brotaba agua del suelo, se abrían grietas muy grandes. Me quedé tirada dos días ahí, sentí que me iba a morir, nadie me iba a rescatar”, expresó mientras jalaba el humo de un cigarrillo que le compartieron, para calmar los nervios.
Dado que ninguna autoridad la pudo rescatar, los indios cucapah que viven del lado estadunidense fueron quienes lograron facilitar un helicóptero para sacarla de la zona de riesgo y enviarla a un hospital en Mexicali. Dos días después, fue a reunirse con los suyos a las faldas de los cerros, donde, aunque no había mucha comida, se sentían más seguros que en la orilla del Río Hardy.
En esos momentos, llegaron como caídos del cielo residentes de Mexicali, de la Unión de Importadores de Llantas, quienes llevaron despensas y aguas.
Atrás de ellos llegó don Emiliano, un habitante del Ejido Tamaulipas, quien llevaba dos tinacos con agua potable y varios costales con papas. “Pedí mil pesos prestados para traerles, pues la autoridad todavía no les trae nada. No importa estar endeudado con mil pesos, somos hermanos y debemos ayudarnos”, declaró el hombre de 75 años de edad.
Quien sorteó las grietas de los caminos afectados en su pick up destartalada para llegar hasta estos cerros.
Ya tiene una semana del terremoto de 7.2 grados Richter, donde se han registrado más de dos mil réplicas, algunas de ellas superiores a los cinco grados.
Los cucapah siguen negándose a regresar a su comunidad, pues no lo harán hasta que les aseguren que no hay riesgos. A pesar de que ahí han estado más de mil años, el movimiento de tierra los hizo moverse.
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